lunes, 21 de marzo de 2011

martes, 15 de marzo de 2011

(actualizo con fotos)Estado de la central nuclear Fukushima a las 19:00 (11:00 CET) del 15 de marzo de 2011

Encontre esta tabla que explica el estado de la central ahora mismo

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Actualizo con una foto de los reactores 3 y 4 de esta noche



Y una foto general de la central

viernes, 11 de marzo de 2011

Terremoto en Japon 8,9 grados

Al menos 26 muertos y decenas de heridos y desaparecidos
Numerosas réplicas se suceden tras el terremoto de 8,9 grados en Japón
El violento seísmo desencadena un tsunami en el Pacífico con olas de hasta 10 metros
Varios edificios de Tokio están ardiendo y se ha paralizado la actividad de los aeropuertos y el 'tren bala'

Numerosas réplicas se han registrado tras el terremoto que ha sacudido este viernes a primera hora la costa noreste de Japón y que ha alcanzado una magnitud de 8,9 grados en la escala de Richter, según el Instituto Geológico de Estados Unidos (USGS).

El enorme seísmo ha provocado al menos 26 muertos, otros 30 desaparecidos, decenas de heridos, incendios, cortes de electricidad y evacuaciones masivas de habitantes ante el temor de nuevos terremotos y la llegada de tsunamis.

En Fukushia, al norte de Tokio, donde ha habido algún fallecido, hay cuatro millones de personas se han quedado sin electricidad. La población ha sido evacuada hacia las zonas más altas.

Hasta el momento, seis temblores de entre 6,3 y 7,1 grados han sucedido al potente seísmo, que hizo temblar y hasta ha incendiado varios edificios en Tokio, según la página web del USGS, que ha revisado al alza la magnitud del seísmo en dos ocasiones hasta situarlo en 8,9 grados.



Epicentro

El temblor se produjo a las 05.46 GMT, con epicentro a 130 kilómetros de Sendai, en las islas Honshu y con una profundidad de 24,4 kilómetros. Se trata de la misma zona donde hace dos días se produjo otro terremoto de 7,3 grados que no causó víctimas.

El primer ministro japonés, Naoto Kan, ha calificado de "grandes" los daños causados por el terremoto.

El portavoz del Gobierno, Yukio Edano, ha instado a la población a mantenerse alerta ante las numerosas réplicas y por el tsunami provocado por el temblor.

El Gobierno pide calma

El primer ministro ha pedido calma a la población para hacer frente a las consecuencias de este seísmo. Kan ha asegurado que el Gobierno hará "todos los esfuerzos para minimizar los daños" y ha señalado que ha creado un grupo de emergencia para gestionar la situación"

Por otro lado, ha confirmado que no se han producido escapes radioactivos en las cuatro centrales nucleares en la zona afectada, que han tenido que paralizar su actividad.

En una de ellas, de la Compañía de Electricidad Tohoku, en la ciudad nipona de Onagawa, según la agencia de noticias Kiodo.

"Nunca antes se había vivido"

Tokio, la mayor metrópolis del planeta, ha vivido hoy con alarma y sorpresa un terremoto con una duración e intensidad que, según sus habitantes, incluidos los de mayor edad, "nunca antes se había vivido".

El metro de Tokio se ha paralizado, los coches se han detenido en las carreteras y los numerosos rascacielos, que durante unos segundos han parecido elásticos, se han vaciado entre sonidos de las sirenas y llamamientos a la evacuación.

Los tokiotas han inundado estremecidos las amplias aceras de su capital y, móvil en mano, han tratado de comprobar que sus allegados estén a salvo, pese a que en los primeros momentos las líneas han quedado bloqueadas.

Alerta en el Pacífico

Según las autoridades japonesas, el seísmo ha provocado numerosos heridos y una alerta de tsunami, que el Centro del Pacífico ha extendido a gran parte de la costa de este océano que baña Japón, Rusia y Filipinas, Taiwán e Indonesia.

En Tokio, hay mucho edificios que han empezado a arder y se ven columnas de humo en el suburbio capitalino de Odaiba.

Las olas ya han alcanzado zonas de la ciudad de Sendai, donde imágenes de la televisión local muestran que el agua ha arrastrado coches y llegado a los edificios. La televisión nacional NHK ha mostrado imágenes tomadas desde un helicóptero del aeropuerto de Sendai con las pistas totalmente inundadas.


Olas de 10 metros

La Agencia Meteorológica de Japón había alertado de olas de hasta 10 metros en la provincia de Miyagi, donde según la policía local, citada por la agencia local Kyodo, ha habido "numerosos heridos".



El inmenso párking del parque Disneyland, en la región de Tokio, ha quedado inundado por una ola gigante.

Las autoridades rusas también han declarado alerta de tsunami en las islas Kuriles tras el fuerte terremoto. La llegada de la primera ola a las islas Kuriles podría producirse pasadas las diez de la mañana.

El Gobierno de Taiwán ha elevado la alerta de tsunami tras el terromoto y ha advertido de que la ola llegaría a la isla a las diez y media (hora española)



Paralizados el 'tren bala' y los aeropuetos

Los servicios del Shinkansen, el tren bala de Japón, y los dos aeropuertos de Tokio han quedado temporalmente paralizados tras el terremoto.

Según la agencia local Kyodo, el aeropuerto internacional de Narita ha suspendido temporalmente su actividad mientras revisa posibles daños en las pistas y el de Haneda, más cercano al centro, también ha cerrado.

La red del Shinkansen, que conecta las principales metrópolis, ha quedado suspendida en las zonas afectadas, mientras las autoridades japonesas han enviado un avión de las Fuerzas Aéreas para evaluar los daños causados por el temblor.

Nucleares y refinerías

Dos plantas nucleares en la provincia oriental de Fukushima, en la costa del Pacífico, también están paralizadas por el terremoto, que disparó las alarmas en gran parte del territorio de Japón, incluida Tokio.

También ha habido un enorme incendio en una refinería en la localidad de Iichichara, en la región de Tokio. El complejo industrial pertenece a la petrolera Cosmo Oil. Las inmensas llamaradas han sido difundidas por la televisión.




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jueves, 10 de marzo de 2011

Un rayo cae en un avión

Para que veamos la de perrerías que pueden aguantar los aviones, jeje.

martes, 8 de marzo de 2011

GREG PAGE, el hombre que controla la alimentación del planeta

GREG PAGE, el hombre que controla la alimentación del planeta

Tiene 59 años y jamás concede entrevistas. Seguramente, su nombre y el de su empresa no le digan nada. Pero por sus manos pasa la mayoría de los alimentos que usted pueda imaginar. Cargill es una de las cuatro compañías que controlan el 70 por ciento del comercio mundial de comida. Mientras el mundo se enfrenta a la mayor crisis alimentaria en décadas, ellos hacen caja ‘leyendo los mercados’… Así funciona.


Usted no lo sabe, pero la tostada de su desayuno es una mercancía más valiosa que el petróleo. La harina con la que está hecha tiene nombre: Cargill. ¿Le suena? Pues también se llaman Cargill la grasa de la mantequilla que unta su tostada y la glucosa de la mermelada que la endulza. Cargill es el pienso que engordó a la vaca lechera y a la gallina que puso los huevos que se fríen en la sartén. Cargill es el grano de café y la semilla de cacao; la fibra de las galletas y la bebida de soja. ¿El endulzante del refresco, la carne de la hamburguesa, la sémola de los fideos? Cargill. Y el maíz de los nachos, el girasol del aceite, el fosfato de los fertilizantes... ¿Y qué me dice del biocombustible de su coche, ese almidón que las petroleras han refinado para convertirlo en etanol y mezclarlo con gasolina? Adivine.

No, no busque marca o etiquetas; no las encontrará. Cargill ha pasado de puntillas por la historia. ¿Cómo puede ser que una empresa fundada en 1865, con 131.000 empleados repartidos en 67 países, con unas ventas anuales de 120.000 millones de dólares que cuadruplican la facturación de Coca-Cola y quintuplican la de McDonald’s, sea tan desconocida? ¿Cómo se explica que una compañía tan gigantesca que sus cuentas superan la economía de Kuwait, Perú y otros 80 países haya pasado tan inadvertida hasta ahora? En parte, porque es una empresa familiar. Sí, sus números pasman, pero Cargill no cotiza en Bolsa y no tiene que dar explicaciones. Sus socios son un enjambre de tataranietos de los fundadores, los hermanos William y Samuel Cargill, campesinos de Iowa que levantaron un imperio en el siglo XIX gracias a un ascensor de cereal arrimado a la vía del tren en un pueblecito de la pradera que no venía en los mapas. Más tarde, un cuñado -John MacMillan- tomaría las riendas. Durante décadas, los Cargill y los MacMillan fueron añadiendo silos de grano, molinos harineros, minas de sal, mataderos y una flota de barcos mercantes. Hoy, unos 80 descendientes se reparten los dividendos y juegan al golf. Poco más se sabe de ellos, salvo que los varones visten falda escocesa en las fiestas para honrar a sus antepasados. Y que siete se sientan en el consejo de administración y están en la lista Forbes de los más ricos del planeta, con fortunas que rondan los 7000 millones por cabeza. El presidente de la compañía es Greg Page, un tipo flemático al que le gusta decir, con cierta sorna, que Cargill se dedica «a la comercialización de la fotosíntesis».

Pero no está el patio para bromas. Los precios de los alimentos básicos se han disparado en el último año: el trigo, un 84 por ciento; el maíz, un 63, y el arroz, casi un diez; los tres cereales que dan de comer a la humanidad. Son máximos históricos, advierte la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Por encima de los que en 2008 causaron revueltas en 40 países y condenaron a la hambruna a 130 millones de personas. Y los precios seguirán subiendo, pronostica Financial Times. «El coste de los cereales es crítico para la seguridad alimentaria porque es la materia prima de referencia en los países pobres. Si los precios continúan elevándose, habrá más algaradas.»

Las razones son múltiples. Un cóctel de sequías, malas cosechas y especulación. Pero los ganadores son muy pocos. Y entre ellos están las mastodónticas empresas que controlan el comercio mundial de cereales. Cargill ha triplicado sus beneficios en el último semestre y sus ganancias superarán los 4000 millones de dólares, récord alcanzado en 2008 en el río revuelto de la crisis alimentaria. La compañía apostó a que la sequía en Rusia, uno de los grandes productores mundiales, obligaría a Vladimir Putin a prohibir las exportaciones para asegurar el consumo interno. Y acertó. «Hicimos un buen trabajo ‘leyendo los mercados’ y reaccionamos con rapidez», explicó una portavoz de Cargill. ¿En qué consiste esa reacción? En esencia, se trata de jugar al Monopoly comprando cosechas en el mercado de futuros, en ocasiones antes de que se plante una sola semilla. Y moviéndolas de un lugar a otro del planeta, allá donde resulte más rentable.

Las grandes cerealeras basan su poder en el control de las redes de distribución. Silos, almacenes, ascensores de grano estratégicamente situados en los tendidos ferroviarios, flotas mercantes transoceánicas... No poseen la tierra. Prefieren que los agricultores corran el riesgo de perder la cosecha. Si hay abundancia, las compañías hacen acopio y esperan. Si un desastre climático arruina la producción en un lugar del mundo, tienen la capacidad para transportar los excedentes desde otros lugares, por lejos que estén.


Es un juego arriesgado. Rusia, por ejemplo, suministraba a Egipto y otros países árabes. Cargill vio venir el desabastecimiento antes que nadie -por algo tiene un servicio de inteligencia que han comparado al de la CIA: utiliza satélites de comunicación, sensores de clima y un ejército de informadores y ‘ topos’ en los gobiernos- y se adelantó a sus competidores: las también estadounidenses Archer Daniels Midland (ADM) y Bunge y la francesa Louis Dreyfus. Estas cuatro firmas -todas, centenarias, familiares y muy reservadas- controlan en torno al 70 por ciento del comercio mundial. Así que Cargill acaparó trigo de otros productores para colocarlo en los puertos del norte de África y apretó las clavijas en el precio. Negocio redondo. Solo que el pan subió en todo el Magreb y el espectro del hambre se sumó al ansia de libertad. La mecha de la revolución estaba preparada para que Facebook la prendiese.

Para apagarla, algunos países árabes han incrementado sus importaciones de trigo, como Argelia y Arabia Saudí. Ejemplo que han seguido otros gobiernos, como el de México, escarmentado por la reciente crisis de las tortillas y donde grupos de desesperados armados con piedras y machetes asaltan los trenes cargados de cereal y los saquean, a razón de 35 toneladas cada mes. Pero acumular reservas provoca que los precios sigan al alza. Pura ley de la oferta y la demanda. Y la demanda no deja de crecer. Porque la población mundial aumenta y porque la emergente clase media china e india come cada vez más y mejor. Las inundaciones en Australia y Paquistán también han contribuido a que escasee el grano. Las reservas mundiales actuales totalizan 432 millones de toneladas, lo que equivale a solo 70 días de consumo, que bajarán a 64 en primavera.


«Hemos entrado en un terreno peligroso. El precio mundial combinado de cereales, grasas vegetales, productos lácteos, carne y azúcar lleva seis meses consecutivos subiendo y ha superado los niveles del último pánico alimentario. Y todavía hay margen para que se encarezcan mucho más si la ola de calor en Argentina se convierte en sequía, o si Ucrania y Rusia vuelven a tener malas cosechas», explica Abdolreza Abassian, economista jefe de la FAO. El Banco Mundial prevé que los precios elevados se mantendrán al menos hasta 2015. Hay quien va más allá y considera el cambio climático otro factor inflacionario. Algunos expertos estiman que por cada grado que aumente la temperatura se perderá un diez por ciento de la producción agrícola. «La era de los alimentos baratos ha terminado», sentencia Gonzalo Fanjul, de Intermón Oxfam. La cesta de la compra en América Latina ya se ha encarecido un 45 por ciento desde el verano. Y el relator especial de la ONU en derecho alimentario, Jean Ziegler, considera un «genocidio silencioso» que cientos de millones de toneladas de cereal se quemen como biocarburantes.

Con estas perspectivas, que los especuladores entrasen a saco en el mercado de materias primas y hayan convertido la Bolsa de Chicago -el parqué de referencia en materias primas- en un casino donde las fichas son habas, granos y frijoles estaba cantado. Es algo que viene sucediendo desde que estalló la crisis financiera en 2007. La burbuja inmobiliaria y crediticia es ahora una burbuja alimentaria. Según la desaparecida consultora Lehman Brothers, alrededor de 270.000 millones de dólares habrían emigrado de Wall Street a la caza de chollos en los contratos de futuros de Chicago, cuyas ganancias se han disparado un 65 por ciento en el último año. Bancos de inversión, fondos de pensiones y de alto riesgo (hedge funds) se están dando un festín a costa del hambre de millones de personas. Se aprovechan de mecanismos tan sofisticados que les permiten apalabrar compraventas descomunales desembolsando un porcentaje muy pequeño del valor de mercado. «¿Cómo es posible que un especulador pueda adquirir el 15 por ciento de la producción de cacao sin pagar un céntimo para revenderla después?», se preguntaba, escandalizado, el presidente francés, Nicolas Sarkozy.

Pero estos recién llegados no dejan de ser unos advenedizos en un negocio controlado desde hace más de un siglo por los mismos de siempre: las cerealeras surgidas al calor de la Revolución Industrial, cuando millones de campesinos emigraron a las ciudades y dejaron de comer lo que cultivaban para depender del pan. En Europa, las dinastías del trigo surgieron a lo largo del Rin: los Fribourg (Continental), los Louis-Dreyfus y los Bunge. De origen humilde, se ganaron la amistad de reyes y tuvieron algunos momentos de gloria. En 1870 salvaron de la hambruna a los parisinos que, cercados por el Ejército prusiano, se comían sus propias mascotas. Y en 1917 burlaron el bloqueo de los submarinos alemanes que estrangulaban las rutas de abastecimiento a los países aliados. Después de la Segunda Guerra Mundial, el Plan Marshall sirvió para colocar los excedentes norteamericanos y alimentar a medio mundo, incluida España. Fueron esfuerzos heroicos, aunque muy bien remunerados.


Hoy, el mundo les pide que estén a la altura de las circunstancias. Pero el negocio es el negocio. Hay un dicho en Argentina: «Bunge le da al campesino crédito, le vende la semilla y le compra el grano. Y cuando la cosecha está lista, le vende la soga para ahorcarse». Por eso, algunos organismos piden que se cree una reserva mundial de grano de la que puedan echar mano los gobiernos cuando haya escasez y que, además, sirva para estabilizar los precios. Porque esta vez, advierte la ONU, además de condenar a millones de personas a no poder llenar el estómago en los países desfavorecidos, todos notaremos en mayor o menor medida las consecuencias de la burbuja alimentaria.

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La industria alimentaria prepara «subidas masivas» de precios

Exigen medidas urgentes para frenar el aumento del importe de las materias primas

Malas noticias para el índice de precios al consumo. Se avecina tormenta y esta vez lloverá sobre uno de los pilares más sensibles para la población: la cesta de la compra. La presión de los mercados sobre las materias primas alimentarias y la tensión mundial entre la oferta y la demanda de cereales están a punto de disparar el precio de los productos básicos en España.
¿Cuánto? La pregunta todavía no tiene una respuesta precisa. Pero los pronósticos son pesimistas. Distintos sectores empresariales del ramo alimentario calculan que entre los meses de marzo, abril y mayo podrían alcanzarse «picos históricos» en los precios. Varios alimentos de carácter básico como el azúcar, el café, el pan o el cacao ya experimentaron en los dos últimos meses subidas situadas entre el 8 y el 15% en los supermercados, mientras que la alimentación en general acumula un encarecimiento superior al 5,6% en lo que va de año, dos puntos por encima del IPC de febrero.
Las materias primas se dispararon desde junio del pasado año hasta hoy por encima del 100% en algunos casos. Los nuevos incrementos, además, serán «masivos», tal y como pronostica el director general de Coren, Emilio Rial.
La por ahora imparable escalada del petróleo, otro de los elementos básicos en los costes empresariales tanto de productores como de transformadores y distribuidores, juega también en contra del consumidor final. Para colmo, la cesta de la compra tiene un peso determinante en el índice de precios al consumo. Y las escaladas del IPC suelen repercutir directamente sobre el consumo interno.
Aunque algunos analistas no consideran «todavía» necesario aplicar estos aumentos de precio a los alimentos, las empresas del ramo advierten de que no pueden soportar por más tiempo el incremento de sus costes, ante esta escalada de las materias primas.
Los productores y fabricantes de derivados de la agricultura, ganadería, acuicultura o conserva preparan esta renovación al alza en sus precios «a corto plazo». Así lo admiten portavoces empresariales, que sin embargo aclaran que las decisiones serán «individuales» de cada empresa, y en ningún caso sectoriales. Lo que parece claro es que las grandes cadenas de distribución no absorberán los incrementos.
A lo largo del 2010, los precios de los alimentos ya subieron significativamente, al igual que sucedió en el 2007 y durante la primera mitad del 2008 (en la última gran crisis alimentaria).

Cotizaciones
La razón fundamental es que se han disparado las cotizaciones de las materias primas. Solo en el pasado ejercicio, el precio del trigo ascendió un 91%. El del maíz se incrementó un 57%, la soja un 33% y el azúcar un 32%. Los cereales son el componente proteínico principal de los piensos elaborados para el engorde avícola y ganadero. Y estos piensos suponen un 70% de todos los costes empresariales de las alimentarias. Si el panorama se complicó bastante en el 2010, los primeros meses del 2011 no han dado la más mínima tregua. Maiz, soja, arroz, azúcar, café, fruta o cacao han seguido subiendo, en algunos casos, hasta un 20% por encima de las marcas registradas el pasado diciembre.
Varios de los productos considerados «de referencia» en el sector, como es el caso del maíz o de la soja, están hoy en un coste hasta un 40% por encima de su precio de referencia.
Algunos analistas sostienen que estos picos de récord responden a una tensión entre la oferta y la demanda, provocada por desastres naturales (sequías e inundaciones); por la incorporación al consumo de grandes áreas de población, como China o la India; o en menor medida por la producción de biocombustibles.

Especulación
No obstante, los principales productores agroganaderos apuntan directamente hacia la especulación de los mercados como la «auténtica razón» de este problema. A mediados del 2008, en plena crisis alimentaria, los fondos internacionales invirtieron algo más de 164.000 millones de dólares en maíz y trigo, los dos cereales más cotizados. El pasado mes de febrero, la inversión neta en estas dos mismas especies superaba los 186.000 millones de dólares.
El problema, según los analistas, es que algunos inversores se están refugiando en estos mercados de futuro, ante la incertidumbre asentada en otros sectores tradicionales. El problema real es que dos terceras partes de la población mundial tienen el dinero justo para comer, y un nuevo estirón en los precios podría dejarlos al borde del precipicio.

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