Elegir.
Se supone que el ser humano es libre de elegir su camino, de tomar sus decisiones. El otro día me dijeron: "no importa que las decisiones sean acertadas o erróneas, lo importante es haber echo uso de la libertad de elección a la hora de tomarlas".
También escuché no hace mucho a un amigo, hacer una reflexión sobre todo lo que hay que hacer a lo largo de la vida, según los cánones establecidos para ser feliz: estudiar, encontrar pareja, trabajar, tener una casa, establecer una familia... Claro, eso después conlleva muchas más cosas, sacrificios.
Ahora yo me pregunto: ¿Están esos sacrificios dentro del concepto de ser feliz? O como a mi me dicen, todo depende de como te tomes la vida.
Bien es cierto que no soy el mejor ejemplo de saber vivir (y con esto no me refiero a ser juerguista, sino tan solo a saber establecer un límite entre diversión y trabajo, y saber disfrutar de cada día conforme llega). El caso es que yo veo que siempre hay gente que se acaba sacrificando más que el resto, y si bien es cierto una verdad que me decía mi madre: "cuando alguien no hace lo que debe, otro acaba pagando las consecuencias"
El caso es que esa "libertad" de elección que se tiene, siempre viene condicionada por como se supone que queremos vivir la vida en un mañana. Y cuando se elige sacrificar una etapa de tu vida, pensando que es por un mañana mejor, y ves a mucha gente a tu alrededor que eligió esa misma vida con ese "mañana" siendo tu presente, y no gustándote, lo menos que te puedes plantear es: ¿Realmente merece la pena?
Fui libre de elegir mi camino en su día.
Hice uso mi de libertad en función de la información y los ideales que en ese momento tenía. Pero una decisión errónea sería un precio bastante caro a pagar, y la experiencia adquirida no sería, al menos para mi, recompensa suficiente. Espero que sí valga la pena.
domingo, 29 de agosto de 2010
viernes, 27 de agosto de 2010
"La otra operación biquini" del Diario de Sevilla
- Copio el artículo publicado en el Diario de Sevilla el día 18 de agosto de este año
El centro especializado ABB de Sevilla aumenta hasta un 20% sus consultas para asesoramiento por trastornos de alimentación durante los meses de junio y de julio.
"La leche de la operación biquini tiene la culpa", afirma Cristina, enferma de anorexia desde hace diez años, refiriéndose al repunte de los trastornos de alimentación en verano. "La gente se prepara para lucir cuerpo, la sociedad está manipulada", declara convencida esta joven. Según los expertos, el número de casos de anorexia y bulimia, trastornos más comunes, además de la vigorexia o percepción irreal del propio cuerpo como menos musculoso o la ortorexia, obsesión por la alimentación saludable, aumentan considerablemente cada verano. "Y también en cualquier momento de gran tensión emocional, de estrés o de cambio", puntualiza Diego Solano, psicólogo especialista en trastornos de alimentación del centro ABB de Sevilla, quien confirma que las consultas aumentan hasta un 20% en los meses de junio y julio.
La multiplicación de las relaciones sociales, las camisetas de tirantes que dejan al descubierto parte del cuerpo... todo afecta a las personas con trastornos de alimentación, pero, sin duda, la prueba de fuego es el momento bañador en la piscina, donde se establece la inevitable comparativa entre el cuerpo propio y la ansiedad personal, y el modelo social imperante. Mientras unos compran compulsivamente vestuario veraniego, otros pasan horas frente al espejo martirizándose por una delgadez que, aunque consiguen con creces, nunca llegan a ver.
Los trastornos de alimentación son mucho más que una vomitona o dejar de ingerir alimentos, sino que están relacionados con problemas emocionales latentes. "Con cómo afrontan sus problemas en la vida, con una baja autoestima, con perfiles autoexigentes", afirma Solano. Estas patologías buscan en el control del peso corporal un mecanismo de control de la propia vida, una salida a otros problemas que no pueden, o no saben, afrontar.
"Lo peor está en la cabeza, la mente hace cosas que no se pueden imaginar", afirma Cristina, que con tan sólo 19 años es capaz de relatar cómo ha llegado a pasar más de siete horas sentada al lado del retrete para vomitar y vomitar mientras mantenía a todo su entorno engañado achacando su delgadez al estrés normal por la carrera. Estudiaba Magisterio "por vocación" en Granada y tuvo que abandonar cuando la enfermedad ya no la dejaba ni concentrarse.
Cristina vive ahora atada a unas severas normas: no puede estar sola en ningún instante del día, la cocina y el baño de su casa tienen llave, ha de comer con una mano y mantener la otra visible sobre la mesa en todo momento. "Y son sólo unas pocas, yo ya no puedo ni salir a tomar un café con una amiga", afirma. Pero es lo que quiere y lo que necesita.
Como afirma el terapeuta, Diego Solano,"algunos de mis colegas hablan de que es necesario desenamorarse de la anorexia". Y para ello hace falta ser inflexible.
El centro que ayuda a Cristina ha recibido este año 327 nuevas consultas y el índice de hombres ya alcanza el 10%. Aunque desde ABB apuestan porque el crecimiento de esta demanda de atención es fruto de las campañas de prevención y de la alta concienciación de la población, no de un aumento en el número de casos. Solano avisa además de que espera un aumento de esta cifra en varones: "Hay muchos que aún no se han dado el permiso para ir a buscar ayuda". Si antes estas patologías se asociaban a las mujeres, más condicionadas por el rol social de la belleza, ahora, los hombres acusan las exigencias sociales también sobre ellos. No obstante, no encuentran el mismo apoyo social ni familiar, lo que dificulta, en ocasiones, que pidan ayuda.
Desgraciadamente, relata Cristina, aquí en el centro hay personas que no cuentan con el apoyo de su familia. Pero no es su caso, y se emociona agradecida cuando recuerda todo lo que sus padres han luchado y están luchando por sacarla de su enfermedad. El terapeuta lo confirma: "La labor del entorno más inmediato, de familias, amigos, novios, es fundamental". En el centro, las normas son duras, aquí uno viene a curarse, pero también los resultados son positivos: un 66% consiguen una recuperación total o parcial. No hay que olvidar que los trastornos de alimentación son sólo "la cara visible" de otros problemas ocultos y que en el 33% restante se incluyen los pacientes que abandonan los tratamientos.
Por eso está aquí Cristina, para curarse, porque, en sus propias palabras, "o hacía algo o esto se acababa". En ABB le está ofreciendo la salida que nunca encontró. Aquí trabaja la confianza y el contacto con otras personas en su situación. Aprende a comer, practica arteterapia y asume su enfermedad. Pero no tiene espejos, es otra norma, pero sí mucha esperanza y un deseo: ser feliz.
- Realmente, aunque aquí se relata el caso de una chica con un problema de bulimia claramente diagnosticado, los trastornos con la alimentación están mucho más cercano de lo que la gente puede sospechar. No solo tienen problemas con la comida aquellas personas que no se meten un trozo de comida en la boca, o quienes vomitan todo inmediatamente después de comer (casos más extremos). Muchos comportamientos obsesivos con el físico, dan lugar a comportamientos muy irresponsables con la comida. O casos en los que se confunde un caso de obesidad con un trastorno por atracón (o bulimia no purgativa, como lo he escuchado nombrar alguna vez). En todos los casos, el problema con la comida no es más que la punta del iceberg, y el primer paso es pedir ayuda, aunque en muchos casos eso implique tragarnos el orgullo.
Lo que más miedo da de todo esto, es llegar a conocernos realmente, saber quienes somos, y la repercusión real del comportamiento que se ha tenido a lo largo de nuestra vida. Pero lo mejor es sin duda aprender a vivir de una forma sana, disfrutando de cada momento, y siendo realmente consciente de esa vida, de todo lo que tenemos a nuestro alrededor.
El centro especializado ABB de Sevilla aumenta hasta un 20% sus consultas para asesoramiento por trastornos de alimentación durante los meses de junio y de julio.
"La leche de la operación biquini tiene la culpa", afirma Cristina, enferma de anorexia desde hace diez años, refiriéndose al repunte de los trastornos de alimentación en verano. "La gente se prepara para lucir cuerpo, la sociedad está manipulada", declara convencida esta joven. Según los expertos, el número de casos de anorexia y bulimia, trastornos más comunes, además de la vigorexia o percepción irreal del propio cuerpo como menos musculoso o la ortorexia, obsesión por la alimentación saludable, aumentan considerablemente cada verano. "Y también en cualquier momento de gran tensión emocional, de estrés o de cambio", puntualiza Diego Solano, psicólogo especialista en trastornos de alimentación del centro ABB de Sevilla, quien confirma que las consultas aumentan hasta un 20% en los meses de junio y julio.
La multiplicación de las relaciones sociales, las camisetas de tirantes que dejan al descubierto parte del cuerpo... todo afecta a las personas con trastornos de alimentación, pero, sin duda, la prueba de fuego es el momento bañador en la piscina, donde se establece la inevitable comparativa entre el cuerpo propio y la ansiedad personal, y el modelo social imperante. Mientras unos compran compulsivamente vestuario veraniego, otros pasan horas frente al espejo martirizándose por una delgadez que, aunque consiguen con creces, nunca llegan a ver.
Los trastornos de alimentación son mucho más que una vomitona o dejar de ingerir alimentos, sino que están relacionados con problemas emocionales latentes. "Con cómo afrontan sus problemas en la vida, con una baja autoestima, con perfiles autoexigentes", afirma Solano. Estas patologías buscan en el control del peso corporal un mecanismo de control de la propia vida, una salida a otros problemas que no pueden, o no saben, afrontar.
"Lo peor está en la cabeza, la mente hace cosas que no se pueden imaginar", afirma Cristina, que con tan sólo 19 años es capaz de relatar cómo ha llegado a pasar más de siete horas sentada al lado del retrete para vomitar y vomitar mientras mantenía a todo su entorno engañado achacando su delgadez al estrés normal por la carrera. Estudiaba Magisterio "por vocación" en Granada y tuvo que abandonar cuando la enfermedad ya no la dejaba ni concentrarse.
Cristina vive ahora atada a unas severas normas: no puede estar sola en ningún instante del día, la cocina y el baño de su casa tienen llave, ha de comer con una mano y mantener la otra visible sobre la mesa en todo momento. "Y son sólo unas pocas, yo ya no puedo ni salir a tomar un café con una amiga", afirma. Pero es lo que quiere y lo que necesita.
Como afirma el terapeuta, Diego Solano,"algunos de mis colegas hablan de que es necesario desenamorarse de la anorexia". Y para ello hace falta ser inflexible.
El centro que ayuda a Cristina ha recibido este año 327 nuevas consultas y el índice de hombres ya alcanza el 10%. Aunque desde ABB apuestan porque el crecimiento de esta demanda de atención es fruto de las campañas de prevención y de la alta concienciación de la población, no de un aumento en el número de casos. Solano avisa además de que espera un aumento de esta cifra en varones: "Hay muchos que aún no se han dado el permiso para ir a buscar ayuda". Si antes estas patologías se asociaban a las mujeres, más condicionadas por el rol social de la belleza, ahora, los hombres acusan las exigencias sociales también sobre ellos. No obstante, no encuentran el mismo apoyo social ni familiar, lo que dificulta, en ocasiones, que pidan ayuda.
Desgraciadamente, relata Cristina, aquí en el centro hay personas que no cuentan con el apoyo de su familia. Pero no es su caso, y se emociona agradecida cuando recuerda todo lo que sus padres han luchado y están luchando por sacarla de su enfermedad. El terapeuta lo confirma: "La labor del entorno más inmediato, de familias, amigos, novios, es fundamental". En el centro, las normas son duras, aquí uno viene a curarse, pero también los resultados son positivos: un 66% consiguen una recuperación total o parcial. No hay que olvidar que los trastornos de alimentación son sólo "la cara visible" de otros problemas ocultos y que en el 33% restante se incluyen los pacientes que abandonan los tratamientos.
Por eso está aquí Cristina, para curarse, porque, en sus propias palabras, "o hacía algo o esto se acababa". En ABB le está ofreciendo la salida que nunca encontró. Aquí trabaja la confianza y el contacto con otras personas en su situación. Aprende a comer, practica arteterapia y asume su enfermedad. Pero no tiene espejos, es otra norma, pero sí mucha esperanza y un deseo: ser feliz.
- Realmente, aunque aquí se relata el caso de una chica con un problema de bulimia claramente diagnosticado, los trastornos con la alimentación están mucho más cercano de lo que la gente puede sospechar. No solo tienen problemas con la comida aquellas personas que no se meten un trozo de comida en la boca, o quienes vomitan todo inmediatamente después de comer (casos más extremos). Muchos comportamientos obsesivos con el físico, dan lugar a comportamientos muy irresponsables con la comida. O casos en los que se confunde un caso de obesidad con un trastorno por atracón (o bulimia no purgativa, como lo he escuchado nombrar alguna vez). En todos los casos, el problema con la comida no es más que la punta del iceberg, y el primer paso es pedir ayuda, aunque en muchos casos eso implique tragarnos el orgullo.
Lo que más miedo da de todo esto, es llegar a conocernos realmente, saber quienes somos, y la repercusión real del comportamiento que se ha tenido a lo largo de nuestra vida. Pero lo mejor es sin duda aprender a vivir de una forma sana, disfrutando de cada momento, y siendo realmente consciente de esa vida, de todo lo que tenemos a nuestro alrededor.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)